En mi peregrinaje por el hemisferio las he encontrado en México; en el Quiché indígena, en Palín Escuintla y en Villa Nueva, también en Ciudad de Guatemala donde Rosa me mostró la foto de su hija María Isabel de 15 años de edad, quien desapareció un 17 de diciembre de 2001 y a quien encontró salvajemente asesinada al día siguiente. Estuve con ellas, hablando bajito, al atardecer en una esquina del obispado de Quibdó en el Chocó colombiano de cosas que nunca antes habían contado de puro miedo y vergüenza, y también con las Kankuamas en la Sierra Nevada de Santa Marta en una noche de estrellas a campo abierto que nunca contuvo tanto dolor. Me encontré con las mujeres de Comuna 13 en Medellín, lugar en el que muchas niñas sufren lo que el personaje de Rosario Tijeras padeció y que enredó su vida con la violencia para siempre, mezclando la pólvora con el amor.
En Huancabamba, en la sierra de Piura, al norte de mi patria, Paulina me miró con las imborrables cicatrices de la tortura y violación sexual sufrida en un cuartel militar. Las esterilizaciones forzadas no me fueron ajenas, tampoco el dolor de Anita, policía que quedó ciega cuando unos senderistas la esperaban en el micro al que había subido minutos antes en San Juan de Lurigancho y donde fue acribillada. En Río Tambo, en Puerto Ocopa y Poyeni, en plena selva de Junín, al fin del mundo, escuché las desgarradoras historias del secuestro y la crueldad senderista, de la prostitución forzada; oí al amanecer cantar como los pájaros a las huérfanas que Cecilia Larrabure retrataría capturando la esencia de la pérdida en sus tiernos rostros.
Se por qué sucede todo esto; que el cuerpo y la vida de la mujer es aún de propiedad del marido o conviviente, del jefe de la pandilla o de la Mara, de la Firma o del Cartel y que no hay mejor manera de herirlo que dañando su posesión más preciada. Que la violación sexual y la esterilización forzadas son armas de guerra; se que cuando denuncias el maltrato te arriesgas a que te maten a golpes si no encuentras una casa de acogida a donde correr en medio de la noche con la frazada y los hijos a cuestas.
Se que la violencia es el crimen más extendido y naturalizado del planeta, con raíces profundas en la cultura, en la forma en la que nos crían y nos educan a hombres y mujeres. Se que todo tiene que ver con el poder, en la casa y en la calle. El histórico reparto desigual de la capacidad de decidir.
Pero se también lo mucho que han luchado y logrado quienes se han enfrentado al poder que deshumaniza. Mi homenaje a las feministas, a quienes les debemos la conciencia, las normas, instituciones y las políticas públicas. A ellas, a las imprescindibles, las que trascendieron a la víctima y nos dieron la mano para ser ciudadanas plenas, mi agradecimiento en el Día de la No Violencia contra la Mujer.
Solidarias y vigilantes
Hasta la próxima
6 comentarios:
Hola Susana... Te saluda "Jane Eyre" desde España...
Tu testimonio es desgarrador y al mismo tiempo concientizador, de lo andado y de lo mucho que queda por andar en el campo de los derechos de las mujeres. Desde las simples y aparentemente inocuas bromas machistas (¿cuantas veces las hemos celebrado?), hasta la violencia doméstica (historias de tu madre, de tus hermanas, de tus amigas, ante las que se guarda "prudente" silencio).
Es necesario tomar conciencia de los mensajes que damos y recibimos sobre la permisión de la violencia doméstica, para que las nuevas generaciones no se crucen de brazos frente a esta lacra social.
PD. ¿Sabemos a ciencia cierta cuál es la hoja de ruta que debe seguir una víctima del maltrato para que se le haga justicia? Creo que no basta con endurecer las penas ni hacer una ley intimidante, si se cumplirán poco... o nada.
Perdona Susana, pero con la prisa olvidé enviarte un abrazo con el cariño de siempre, y todo mi respeto por el trabajo que sigues haciendo por los derechos humanos.
"desapareció un 17 de diciembre de 2001"
Creo que se APRODEH debería de implementar un curso de redacción.
en el día de la no violencia contra la mujer deberían pedir perdón las ongs como manuela ramos que participaron en el genocidio indigena, el genocido que eliminó a cientos de miles de compatriotas a travez de las esterilizaciones forzadas dictadas por la dictadura fascista de fujimori-montesinos.
también deben pedir perdón los medios de comunicación que noche día y madrugada maltratan a la mujer con el agravante del racismo.
en el perú es más apremiante resolver el problema del racismo que el problema de genero.
señora villarán ¿no se va a solidarizar con el movimineto político patri roja y la persecución que sufre?
¿no va a mostrar su indignación contra ese periodismo abiertamente fascista que tiene como punta de lanza a cecilia valenzuela y su periodismo difamador?
¿no tiene miedo que este periodismo la sindique de terrorista por alguna foto suya con algún personaje x, como está ocurriendo con ollanta humala?
¿que tiene que ocurrir para que se pronuncie contra este periodismo facho?
para Julio:
Pide perdón por tu forma de escribir.
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