Quiero que se quiten la máscara quienes tienen poder y gobiernan en el Perú
Quiero que me aclaren por qué se creó un FORSUR con 100 millones tan rápido, para los damnificados del terremoto y hace cuatro años que no cumple el Estado la recomendación de la Comisión de la Verdad de crear un Fondo para las Víctimas de la Violencia. ¿Se tendrán que pelear las migajas, nuevamente, los pobres? ¿Existen damnificados políticamente correctos y otros que pueden seguir en el olvido por décadas porque son socialmente irrelevantes y los reflectores no los enfocan? ¿No saben, acaso, que Ica tiene una gran población desplazada por la violencia que ha sufrido todos los desastres juntos: la pobreza, la exclusión, la guerra, los friajes y sequías y, ahora, el terremoto?
Quiero que me digan por qué le dan 20 millones a Baruch Ivcher por las pérdidas que tuvo su canal de televisión cuando lo capturó la mafia y sólo 45 millones para las decenas de miles de víctimas civiles, policías y militares del conflicto armado interno.
Quiero que el Presidente de la Corte Suprema y la Fiscal de la Nación me expliquen la insoportable lentitud de los procesos de los casos presentados por la Comisión de la Verdad y Reconciliación ante ellos en busca de justicia para las víctimas y sanción para los responsables; 28 de esos están aún en investigación preliminar.
Quiero que me expliquen, presidente, ministros de Defensa e Interior por qué las viudas de los policías, militares y funcionarios del Estado que fueron asesinados vilmente por Sendero Luminoso o el MRTA no han recibido desde hace más de diez años las casas que les corresponden por ley
Quiero que me diga, Señor Ministro de Defensa, por qué hasta hoy no hay un solo pedido de perdón expresado por el Jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas por los crímenes contra los derechos humanos cometidos por militares que secuestraron, desaparecieron, ejecutaron, torturaron, violaron mujeres en bases militares durante el período de la violencia. ¿Es que nuestros militares, herederos de la tradición de Bolognesi, de Grau y de Quiñones, no tienen la altura de los militares argentinos y chilenos que han perdido perdón a las víctimas en sus países? Me niego a creerlo, los conozco. No todos son Nicolás Hermoza, Malca o Martín Rivas. La mayoría son dignos y respetables. No todos creen que em ese falso espíritu de cuerpo que defienden el Almirante Giampietri, Expreso y los demás pasquines fujimontesinistas, y los líderes apristas.
Quiero que me aclaren por qué se creó un FORSUR con 100 millones tan rápido, para los damnificados del terremoto y hace cuatro años que no cumple el Estado la recomendación de la Comisión de la Verdad de crear un Fondo para las Víctimas de la Violencia. ¿Se tendrán que pelear las migajas, nuevamente, los pobres? ¿Existen damnificados políticamente correctos y otros que pueden seguir en el olvido por décadas porque son socialmente irrelevantes y los reflectores no los enfocan? ¿No saben, acaso, que Ica tiene una gran población desplazada por la violencia que ha sufrido todos los desastres juntos: la pobreza, la exclusión, la guerra, los friajes y sequías y, ahora, el terremoto?
Quiero que me digan por qué le dan 20 millones a Baruch Ivcher por las pérdidas que tuvo su canal de televisión cuando lo capturó la mafia y sólo 45 millones para las decenas de miles de víctimas civiles, policías y militares del conflicto armado interno.
Quiero que el Presidente de la Corte Suprema y la Fiscal de la Nación me expliquen la insoportable lentitud de los procesos de los casos presentados por la Comisión de la Verdad y Reconciliación ante ellos en busca de justicia para las víctimas y sanción para los responsables; 28 de esos están aún en investigación preliminar.
Quiero que me expliquen, presidente, ministros de Defensa e Interior por qué las viudas de los policías, militares y funcionarios del Estado que fueron asesinados vilmente por Sendero Luminoso o el MRTA no han recibido desde hace más de diez años las casas que les corresponden por ley
Quiero que me diga, Señor Ministro de Defensa, por qué hasta hoy no hay un solo pedido de perdón expresado por el Jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas por los crímenes contra los derechos humanos cometidos por militares que secuestraron, desaparecieron, ejecutaron, torturaron, violaron mujeres en bases militares durante el período de la violencia. ¿Es que nuestros militares, herederos de la tradición de Bolognesi, de Grau y de Quiñones, no tienen la altura de los militares argentinos y chilenos que han perdido perdón a las víctimas en sus países? Me niego a creerlo, los conozco. No todos son Nicolás Hermoza, Malca o Martín Rivas. La mayoría son dignos y respetables. No todos creen que em ese falso espíritu de cuerpo que defienden el Almirante Giampietri, Expreso y los demás pasquines fujimontesinistas, y los líderes apristas.
Quiero que me digan por qué no hay un solo Martín Balza que nos alumbre. ¿Por qué no nos merecemos escuchar similar y valiente pedido de perdón?:
“Estas palabras las he meditado largamente y sé que al pronunciarlas siempre dejaré a sectores disconformes. Asumo ese costo, convencido que la obligación de la hora y el cargo que tengo el honor de ostentar, me lo imponen. Sin embargo, de poco serviría un mínimo sinceramiento, si al empeñarnos en revisar el pasado no aprendiéramos para no repetirlo en el futuro. Sin buscar palabras innovadoras, sino apelando a los viejos reglamentos militares, ordeno, una vez más, al Ejército Argentino, en presencia de toda la sociedad argentina, que: Nadie está obligado a cumplir una orden inmoral o que se aparte de las leyes y reglamentos militares. Quien lo hiciera, incurre en una inconducta viciosa, digna de la sanción que su gravedad requiera. Sin eufemismos digo claramente: Delinque quien vulnera la Constitución Nacional. Delinque quien imparte órdenes inmorales. Delinque quien cumple órdenes inmorales. Delinque quien, para cumplir un fin que cree justo, emplea medios injustos, inmorales.
Si no logramos elaborar el duelo y cerrar las heridas, no tendremos futuro; no debemos negar más el horror vivido y así poder pensar en nuestra vida como sociedad hacia adelante, superando la pena y el sufrimiento.
En estas horas cruciales para nuestra sociedad, quiero decirles como Jefe del Ejército que, asegurando su continuidad histórica como institución de la Nación, asumo nuestra parte de la responsabilidad de los errores de esta lucha entre argentinos que hoy nos vuelve a conmover”
Quiero que me diga por qué tanto rencor y tanto odio contra la Comisión de la Verdad Señor Presidente ¿Por qué incumple sus recomendaciones si está obligado como Jefe de Estado a ejecutarlas plenamente?
Quiero que me diga qué respuesta le da a Salomón Lerner quien le manifestó a Alberto de Belaúnde ayer: “Hay gente que tiene conciencia de que lo que pasó estuvo mal, y esas personas – teniendo esa conciencia – se empecinan en negar lo que pasó, en afirmar – en una frase muy socorrida que le he escuchado a alguien muy importante en el país – que no hay que mirar por el retrovisor, que hay que mirar para adelante. Sin darse cuenta que lo que puede venir adelante es un precipicio que puede acabar con el país."
Quiero que me explique doña Lourdes, desde su despacho de rectora de la universidad del hombre que le mintió al país, por qué no dice nada en el cuarto, ni dijo nada en el tercero, ni el segundo aniversario de la entrega del Informe de la CVR?. ¿Por qué los partidos de siempre no se juegan por esta causa y más bien la atacan o se ponen de perfil?
Quiero que me digan por qué la insensibilidad y los oscuros intereses que campean en los medios de comunicación frente a la Comisión de la Verdad ¿Por nadie habla de la deuda de los medios de comunicación con la causa de la verdad, la justicia y la reparación? ¿Por qué las únicas portadas de la prensa escrita que leemos (como la de hoy de Expreso) son las de aquellos diarios ligados a la mafia de Montesinos y Fujimori, atacando a quienes reclaman lo que es justo? ¿Por qué el silencio de la televisión? Salvo unos cuantos periodistas, ¡gracias a Dios!
Quiero que me digan quién le va a explicar a Angélica Mendoza, a las madres, hermanas, hermanos y padres e hijos de los más de ocho mil desaparecidos por qué no se les habilita el programa de exhumaciones de los más de cuatro mil sitios de entierro detectados por la Comisión de la Verdad? ¿Quién le dice a Angélica que es probable que muera, después de hablar luchado tanto, sin poder enterrar los restos de su hijo?
Me duelen todas estas preguntas sin respuesta. Me lastiman tanto que ayer no fui a la conmemoración del cuarto aniversario de la entrega del Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación en la Alameda de la Memoria. No quería contagiar a esas personas imprescindibles y luchadoras ahí congregadas, mi profunda frustración.
Fue otra la realidad que soñé cuando en el Gobierno de Transición, creamos la Comisión de la Verdad un frío día de junio del 2001.
Nos atrevimos a soñar que éramos más los comprometidos con la construcción de una sociedad sin miedo a encarar la verdad, a luchar por la justicia y a reparar a las víctimas.
Creímos, optimistas impenitentes, que una vez oídos y vistos los desgarradores testimonios en las audiencias de la Comisión de la Verdad nuestra sociedad, y todos sus actores, harían suyos ese pesar y ese clamor por el reconocimiento, la verdad y la justicia de los asháninkas de la selva de Junín y de los hombres, mujeres de Ayacucho, Huacavelica, Apurímac, Huanuco, Lima, y de tantos otros escenarios del conflicto; que se iniciaría una profunda reflexión en todos los sectores de nuestro país sobre la terrible exclusión y discriminación en la que siguen viviendo nuestros hermanos y hermanas.
Quisimos que, con el material del Informe de la CVR, se elaboraría material pedagógico para que en todas las escuelas del país, las y los estudiantes, conocieran la verdad de lo que nos ocurrió cuando una fuerza criminal como Sendero Luminoso irrumpió en Chuschi en Cangallo en mayo de 1980 y nos lanzó a una guerra que cobró cerca de setenta mil vidas. Y, más que sólo conocer la verdad, que reflexionaran sobre por qué nos sucedió y qué debemos hacer para que algo así no se repita nunca en el Perú
Aunque hayan marchado los Caminantes por todo el Qapaq Ñan y seiscientas mil personas o más se movilizaron en el país atando los nudos en el Quipu de la Memoria; aunque hayamos conquistando una Ley y un Reglamento para las reparaciones; aunque tengamos un Consejo Nacional de Reparaciones y se hayan repartido en Ayacucho y Junín algunos miles de soles a las comunidades afectadas; seguimos, como dijo Gastón Garatea, "empezando desde hace cuatro años".
Somos pocos aún y no tenemos el poder necesario para que la verdad, la justicia y la reparación se puedan vivir plenamente en el Perú. Me dirán que eso no ocurre en ningún país. No es cierto. En Chile, Argentina, Uruguay, aún en Brasil, venciendo todas las resistencias, han avanzado mucho más que nosotros.
Quien sabe debí estar ayer en la Alameda de la Memoria y esta entrega no tendría tono de alegato. Quien sabe no debiera siquiera publicar esta página en el blog porque los políticos no se “franquean”, sólo dicen lo que les dicen sus asesores que digan, lo que es políticamente correcto. No entré a la política para ser así (no soy por ello mejor ni peor) ; no me importa decir lo que me sale de los forros. Asumo mis dudas, mi frustración, mi dolor y los comparto.
Sólo quiero que me digan si todo esto debe seguir así o si vamos a cambiarlo.
Perdonen las cuatro páginas. Hasta la próxima
“Estas palabras las he meditado largamente y sé que al pronunciarlas siempre dejaré a sectores disconformes. Asumo ese costo, convencido que la obligación de la hora y el cargo que tengo el honor de ostentar, me lo imponen. Sin embargo, de poco serviría un mínimo sinceramiento, si al empeñarnos en revisar el pasado no aprendiéramos para no repetirlo en el futuro. Sin buscar palabras innovadoras, sino apelando a los viejos reglamentos militares, ordeno, una vez más, al Ejército Argentino, en presencia de toda la sociedad argentina, que: Nadie está obligado a cumplir una orden inmoral o que se aparte de las leyes y reglamentos militares. Quien lo hiciera, incurre en una inconducta viciosa, digna de la sanción que su gravedad requiera. Sin eufemismos digo claramente: Delinque quien vulnera la Constitución Nacional. Delinque quien imparte órdenes inmorales. Delinque quien cumple órdenes inmorales. Delinque quien, para cumplir un fin que cree justo, emplea medios injustos, inmorales.
Si no logramos elaborar el duelo y cerrar las heridas, no tendremos futuro; no debemos negar más el horror vivido y así poder pensar en nuestra vida como sociedad hacia adelante, superando la pena y el sufrimiento.
En estas horas cruciales para nuestra sociedad, quiero decirles como Jefe del Ejército que, asegurando su continuidad histórica como institución de la Nación, asumo nuestra parte de la responsabilidad de los errores de esta lucha entre argentinos que hoy nos vuelve a conmover”
Quiero que me diga por qué tanto rencor y tanto odio contra la Comisión de la Verdad Señor Presidente ¿Por qué incumple sus recomendaciones si está obligado como Jefe de Estado a ejecutarlas plenamente?
Quiero que me diga qué respuesta le da a Salomón Lerner quien le manifestó a Alberto de Belaúnde ayer: “Hay gente que tiene conciencia de que lo que pasó estuvo mal, y esas personas – teniendo esa conciencia – se empecinan en negar lo que pasó, en afirmar – en una frase muy socorrida que le he escuchado a alguien muy importante en el país – que no hay que mirar por el retrovisor, que hay que mirar para adelante. Sin darse cuenta que lo que puede venir adelante es un precipicio que puede acabar con el país."
Quiero que me explique doña Lourdes, desde su despacho de rectora de la universidad del hombre que le mintió al país, por qué no dice nada en el cuarto, ni dijo nada en el tercero, ni el segundo aniversario de la entrega del Informe de la CVR?. ¿Por qué los partidos de siempre no se juegan por esta causa y más bien la atacan o se ponen de perfil?
Quiero que me digan por qué la insensibilidad y los oscuros intereses que campean en los medios de comunicación frente a la Comisión de la Verdad ¿Por nadie habla de la deuda de los medios de comunicación con la causa de la verdad, la justicia y la reparación? ¿Por qué las únicas portadas de la prensa escrita que leemos (como la de hoy de Expreso) son las de aquellos diarios ligados a la mafia de Montesinos y Fujimori, atacando a quienes reclaman lo que es justo? ¿Por qué el silencio de la televisión? Salvo unos cuantos periodistas, ¡gracias a Dios!
Quiero que me digan quién le va a explicar a Angélica Mendoza, a las madres, hermanas, hermanos y padres e hijos de los más de ocho mil desaparecidos por qué no se les habilita el programa de exhumaciones de los más de cuatro mil sitios de entierro detectados por la Comisión de la Verdad? ¿Quién le dice a Angélica que es probable que muera, después de hablar luchado tanto, sin poder enterrar los restos de su hijo?
Me duelen todas estas preguntas sin respuesta. Me lastiman tanto que ayer no fui a la conmemoración del cuarto aniversario de la entrega del Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación en la Alameda de la Memoria. No quería contagiar a esas personas imprescindibles y luchadoras ahí congregadas, mi profunda frustración.
Fue otra la realidad que soñé cuando en el Gobierno de Transición, creamos la Comisión de la Verdad un frío día de junio del 2001.
Nos atrevimos a soñar que éramos más los comprometidos con la construcción de una sociedad sin miedo a encarar la verdad, a luchar por la justicia y a reparar a las víctimas.
Creímos, optimistas impenitentes, que una vez oídos y vistos los desgarradores testimonios en las audiencias de la Comisión de la Verdad nuestra sociedad, y todos sus actores, harían suyos ese pesar y ese clamor por el reconocimiento, la verdad y la justicia de los asháninkas de la selva de Junín y de los hombres, mujeres de Ayacucho, Huacavelica, Apurímac, Huanuco, Lima, y de tantos otros escenarios del conflicto; que se iniciaría una profunda reflexión en todos los sectores de nuestro país sobre la terrible exclusión y discriminación en la que siguen viviendo nuestros hermanos y hermanas.
Quisimos que, con el material del Informe de la CVR, se elaboraría material pedagógico para que en todas las escuelas del país, las y los estudiantes, conocieran la verdad de lo que nos ocurrió cuando una fuerza criminal como Sendero Luminoso irrumpió en Chuschi en Cangallo en mayo de 1980 y nos lanzó a una guerra que cobró cerca de setenta mil vidas. Y, más que sólo conocer la verdad, que reflexionaran sobre por qué nos sucedió y qué debemos hacer para que algo así no se repita nunca en el Perú
Aunque hayan marchado los Caminantes por todo el Qapaq Ñan y seiscientas mil personas o más se movilizaron en el país atando los nudos en el Quipu de la Memoria; aunque hayamos conquistando una Ley y un Reglamento para las reparaciones; aunque tengamos un Consejo Nacional de Reparaciones y se hayan repartido en Ayacucho y Junín algunos miles de soles a las comunidades afectadas; seguimos, como dijo Gastón Garatea, "empezando desde hace cuatro años".
Somos pocos aún y no tenemos el poder necesario para que la verdad, la justicia y la reparación se puedan vivir plenamente en el Perú. Me dirán que eso no ocurre en ningún país. No es cierto. En Chile, Argentina, Uruguay, aún en Brasil, venciendo todas las resistencias, han avanzado mucho más que nosotros.
Quien sabe debí estar ayer en la Alameda de la Memoria y esta entrega no tendría tono de alegato. Quien sabe no debiera siquiera publicar esta página en el blog porque los políticos no se “franquean”, sólo dicen lo que les dicen sus asesores que digan, lo que es políticamente correcto. No entré a la política para ser así (no soy por ello mejor ni peor) ; no me importa decir lo que me sale de los forros. Asumo mis dudas, mi frustración, mi dolor y los comparto.
Sólo quiero que me digan si todo esto debe seguir así o si vamos a cambiarlo.
Perdonen las cuatro páginas. Hasta la próxima