viernes, 17 de agosto de 2007

Mientras la tierra sigue temblando

Ernestina vive en San Genaro, Chorrillos, asentamiento humano que, como varios en lima, no tiene ni agua ni luz desde las seis y cuarenta y un minutos de la tarde del 15 de agosto.

― Me quieren cobrar un sol cincuenta por dos baldecitos de agua, de esos de pintura. Son unos sinvergüenzas, como esos del SOYUZ que subieron el pasaje ahí mismito del terremoto. Si eso pasa acá, cómo no estarán en Chincha, en Ica, en Cañete, en Huancavelica señora Susana. La municipalidad de Chorrillos ni se acuerda de nosotros, debió mandar un camión cisterna. Siempre los pobres pagamos más ― me comentó hoy

Qué cierto es eso y qué terrible lo que nos expresa esta mujer, ayacuchana de origen, que ha vivido la guerra, el éxodo y las pérdidas, también el miedo y la pobreza milenaria de las comunidades aledañas a Soccos.

Los desastres naturales no afectan por igual a todos. Así como unos son más iguales que otros; del mismo modo, si bien un terremoto impacta a todos, unos pueden recuperarse rápido, otros no. A estos últimos, los que realizan esfuerzos inmensos por salir de la pobreza, por ejemplo en un departamento como Ica en donde existe pleno empleo hoy, este trágico evento los lanza a esa pobreza de la que estaban saliendo; nuevamente al último lugar de la fila, a “esta sala de espera sin esperanza” como canta Joaquín Sabina.

Nuestro mejor rostro

Pero si hay esperanza. La extraordinaria red de solidaridad que se ha organizado desde todos los sectores y rincones del país en estos tres días es un hecho muy alentador, nos reconcilia con nosotros mismos, nos señala que no estamos solos cuando nos necesitamos. Eso es indispensable para la cohesión de una sociedad; podemos levantar un poco la baja autoestima que nos caracteriza. ¿Escucharon la noticia que desde las comunidades campesinas ayacuchanas habían enviado inmediatamente papas a Ica? Es maravilloso ver nuestra mejor parte en estos momentos límite de tanto sufrimiento. No ha sido frecuentemente así pero qué bueno es experimentar la solidaridad en la que no nos diferenciamos unos de otros, en la que sólo seguimos el mismo impulso de eso que nos hace más humanos: la compasión.

La insoportable levedad del Estado

Lo malo, sin embargo, es que nuestro Estado es insoportablemente leve, como dijo el sociólogo ecuatoriano Agustín Cueva parafraseando a Kundera; tan leve y lejano, tan ineficaz e ineficiente, que pesa demasiado sobre nuestros hombros. El INDECI, ente rector para la prevención y atención de desastres, es un desastre. Lo primero era estar preparado para distribuir de manera inmediata agua, carpas y frazadas (no las tenía ni en número ni en los lugares adecuados para intervenir inmediatamente) e, inmediatamente después, coordinar con los sectores del Ejecutivo y con los alcaldes que son los responsables de defensa civil en cada localidad. No ha sucedido así, ha salido el Presidente de la República a reemplazar absurdamente al jefe del INDECI. Lo mismo nos sucedió cuando, en junio del 2001, nos azotó el terremoto en Arequipa, Moquegua, Tacna y partes del sur de Ayacucho y tuvimos, en ese entonces como ministra del Gobierno de Transición, que organizar un comando especial, ante la total inoperancia de INDECI.

Dios no tiene nada que ver

“Gracias a Dios por habernos mandado esto, para que los médicos vuelvan a su trabajo”. No había pasado ni media hora del terremoto y esas fueron las palabras del Ministro de Salud. Pensé que seguía aturdida por el terrible remezón ya que no era posible que alguien dijera eso de”esto” que nos estaba pasando. Lo confirmé. “Jamás, señor ministro de salud, fue la salud más mortal” como dice Vallejo (no Vallejos).

Pero Dios no se instaló sólo en el nivel ministerial, subió al presidencial y escuché, también atónita, decir a Alan ― Esto ha sido una prueba más que se nos envía desde el más allá, desde Dios ―.

Dejen en paz a Dios; no lo utilicen ni alienten ese terrible pensamiento mágico de qué “algo habremos hecho para que Dios nos castigue o nos ponga a prueba”. El Dios en el que creo no es un rompehuelgas ni castiga. Es el Dios de la vida, cuya presencia aletea en a cada acto solidario que hacemos en estos días. Es el que acoge al que sufre y libera al pobre del yugo del opresor.

No reconstruir la injusticia

Esperemos que nuestros alcaldes y alcaldesas, que los tres presidentes regionales comprometidos (aunque el fujimorista Salas no debería actuar un día más como presidente regional de Huancavelica, usurpa el cargo, está impedido legalmente de ejercerlo y el Jurado Nacional de Elecciones ¡bien gracias!) realicen cabalmente su labor de atención humanitaria de manera inmediata y, luego, que no reconstruyan la pobreza y la injusticia. Ese fue el lema de muchos de nosotros en el terremoto del 70. No lo logramos. ¿Lo lograremos esta vez? Que la imagen que nos ha mostrado esta tragedia, que la desnudez de la precariedad con la que viven tantos compatriotas nuestros no se oculte una vez más en la desidia, la corrupción e insensibilidad de las autoridades, pasada la emergencia.

Solidarios y vigilantes.

Hasta la próxima

4 comentarios:

Anónimo dijo...

"Será lo que Dios quiere", por qué los peruanos somos tan conformistas???

Ricardo Milla dijo...

Acabo de regresar de Chincha ayer, fui como voluntario con el movimiento de vida cristiana, y en verdad la realidad por la que pasa el sur chico es: horrible! Ya sabe ud. como están las cosas por allá, todos lo sabemos, defensa civil ni se ha asomado por Chincha, ni el ejecutivo, ni las FF.AA.
Hemos estado unos 350 jóvenes allí y siguen yendo más y más. Y no sólo es cuestión de llevar comida y abrigo, que es urgentísimo por que la gente no tiene ni que comer ni en donde dormir, sino ademas de los bienes materiales les llevamos el consuelo espiritual, como dijo el P. Luis SCV: somo como los brazos de Dios que lleaga a estas personas, en esto sí entra Dios, en el consuelo, en la caridad, en el amor, en la entrega!
A pesar de los saqueos, de la falta de ayuda, muchos jóvenes de Lima hemos ido a ayudar a estos hermanos nuestros que nos necesitan. Esperemos que las donaciones sigan llegando como hasta ahora y más.
Muy bueno el artículo, y sigamos ayudando a los damnificados del sur.
Saludos.

Ricardo Milla dijo...

Hice una reseña d mi viaje a Chincha a ver si lo lee.

Anónimo dijo...

estoy a punto de llorar...ja, ja, ja...