viernes, 10 de octubre de 2008


Estar lejos del país resulta a veces una ventaja. Se puede mirar el bosque y no sólo el árbol. Un hecho tan grave como el que ha motivado la aceptación de la renuncia de todo el Gabinete, no puede ser un asunto aislado.

La corrupción a través del tráfico de influencias al más alto nivel para favorecer a empresas que engrosan los bolsillos de personajes que rodean a quienes toman las decisiones más importantes del gobierno, no es un asunto excepcional. Lamentablemente no lo es, se da en todos los niveles y por ello es más grave aún.

Si no ha existido voluntad, desde el gobierno de Alejandro Toledo, quien engavetó la propuesta de la Iniciativa Nacional Anticorrupción (INA), menos la ha habido en éste. El Gobierno de Transición presidido por Valentín Paniagua hizo lo que debía: proponer una política pública anticorrupción para evitar que lo ocurrido en los diez años de gobierno corrupto de Fujimori y Montesinos, volviera a suceder. Necesitábamos y necesitamos aún una garantía real de no repetición.

Hoy somos testigos de lo que sucede cuando no existe compromiso con uno de los asuntos más importantes de una democracia: gobernar con transparencia y probidad, estimular la fiscalización ciudadana y fortalecer la autonomía de los órganos de control.

La corrupción sigue siendo sistémica en el Perú y luchar contra este mal será una de las grandes tareas en las que tendremos que seguir comprometidos. Lo haremos ya que no existe nada más dañino para la gobernabilidad y la cohesión que la corrosiva desconfianza en la autoridad.

Si lo pudimos hacer en el 2000 y parte del 2001, lo volveremos a hacer. Existe gente decente e íntegra en este país con capacidad de gobernar.

Solidarios y vigilantes
Hasta la próxima

1 comentario:

Anónimo dijo...

Susana, qué opinas de la designación de Yehude Simon?
Aún estoy desconcertada.